General San Martín hoy amaneció con sol.
General San Martín hoy amaneció con sol, escribo. Y el punto de esa oración me hace saber que ya está, que lo he dicho todo en siete palabras.
Porque volvimos. Esta mañana me desperté y encontré el olmo del otro lado de la ventana. El olmo que bajo su sombra no deja crecer pasto. Hay un verde fosforescente en el suelo y debajo del árbol sólo tierra seca, de la que siempre reclama agua. Me gusta más por esa marcación que hace de su territorio. El olmo es olmo por sus raíces, por la copa, por la sombra. De algún modo esa sombra que mantiene a raya el césped a mí me hace florecer. Me fundo en él hasta en su lado más miserable así como siento el cuerpo lleno de caracoles, y su rama que sostiene la hamaca es como mi brazo que empuja al nene en el balanceo. Estoy plantada en este pueblo, pero tremendamente viva.
General San Martín hoy amaneció con sol, sí. O no. Yo amanecí soleada. Sin pensar en médicos ni en tratamientos. Sin sentir miedo. Sin extrañar la vida de antes. Llegué al ahora. Hay una paz acá adentro, en mi estómago, que me hace infinita en días donde hasta mi inconsciente me dibuja más finita que nunca.
Ya no estoy al borde de ningún abismo y eso raja la tierra: es momento de saltar hacia adentro de mí misma. Hay una historia que en estas líneas se termina. Con este post se acaba.Es un sentimiento raro, pero nada más bello que tener conciencia del final. De llenarse la boca de palabras y tragarlas para no olvidar el sabor que dejan en la punta de la lengua. Es esa sensación que tuve el viernes al dejar el departamento de Buenos Aires. En dos vueltas de llave sentí el peso de esos nueve meses de malas noticias, pañuelos en la cabeza, cirugías. Lloré ahogada mientras arrastraba las valijas al ascensor. Ahogada de alivio. Fueron dos vueltas de llave para salir al encuentro del aire que te deja respirar. Eso, exactamente eso, es este cierre: la vida me está dando la oportunidad de tener un final feliz, demasiada no-ficción como para desperdiciarla.
Entonces, decía, General San Martín hoy amaneció con sol.
***
gracias a mi hijo, porque sopla e inventa el mundo.
gracias a Cristian, mi algúndíamarido, por no ser la otra mitad, por mantenerse siempre entero, por dejarme ser yo misma.
gracias a mis papás, a mi hermana, por todo. y la pucha, «todo» es una palabra demasiado inmensa.
gracias a mi suegra por esperar siempre un nuevo post.
gracias a mis amigas natalia dominguez, ana prieto, patricia serrano y marina abiuso. este blog existe porque existen ellas.
gracias infinitas a los que pasaron por acá y me acompañaron en este viaje y se metieron en mi vida y me hicieron sentir que me conocían desde siempre.
***